Tlaltecuhtli , ‘Señora de la Tierra’, era una diosa de la tierra mesoamericana asociada con la fecundidad. Concebida como un horrible monstruo sapo, su cuerpo desmembrado dio origen al planeta en el mito azteca de la creación del quinto y último universo. Como fuente de vida, se pensó que era preciso apaciguarla continuamente con sacrificios de sangre, singularmente de corazones humanos.
Concebida como una diosa pero quizás con doble género como una o dos otras deidades primordiales mesoamericanas, Tlaltecuhtli, con su sufijo masculino, puede traducirse literalmente como ‘Señor de la Tierra’ o, más típicamente, ‘Dama de la Tierra’.
La diosa fue imaginada como un monstruo gordo parecido a un sapo con una gran boca, colmillos y patas con garras. Considerada la fuente de todos los seres vivos, tenía que ser benévola mediante sacrificios de sangre que asegurarían el orden continuo del mundo.
La creación de Tlaltecuhtli
La idea de un mito de la creación que implica a un monstruo acuático salvaje con rasgos de cocodrilo se remonta a los mayas clásicos y al siglo V a. C., una figura que quizá se fundamentó en un monstruo similar a un tiburón en la mitología olmeca incluso anterior.
En la mitología de la creación de los aztecas y otras etnias mesoamericanas del periodo Posclásico Tardío (siglos XIII-XVI d.C.), los dioses Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, tomando la forma de serpientes enormes, descendió un día de los cielos y halló a Tlaltecuhtli sentado a horcajadas sobre el océano.
En algunas versiones, esta criatura se conoce como Cipactl o ‘el espinoso’. El espantoso monstruo, con grandes colmillos, piel de cocodrilo y bocas rechinantes en los codos y las rodillas, solicitaba amenazadoramente carne para darse un festín.
Los dos dioses se percataron de que el quinto y último cosmos no podría progresar con una criatura tan satánica vagando por el planeta, por lo que se ocuparon de destruirla. Se generó una fuerte riña en la que Tezcatlipoca perdió el pie izquierdo.
Finalmente, un dios tomó la mano derecha y el pie izquierdo, al paso que el otro tomó la mano izquierda y el pie derecho, y con un fuerte tirón consiguieron partir en dos a Tlaltecuhtli. De la mitad superior salió el cielo y la otra mitad inferior se transformó en la tierra.
Los demás dioses no se sintieron muy complacidos al enterarse del trato que recibió Tlatecuhtli, por lo que decretaron que las diversas partes de su cuerpo desmembrado debían dar lugar a las características del nuevo mundo.
Así, su piel se convirtió en hierbas y pequeñas flores; su cabello se convirtió en árboles, flores y hierbas; sus ojos se convirtieron en manantiales y pozos; su nariz se convirtió en las montañas y valles más pequeños; sus hombros las montañas más grandes; y su boca se convirtió en cuevas y ríos.
Su representación en el arte
Tlaltecuhtli, en múltiples formas, es una vieja deidad mesoamericana, mas las primeras representaciones en estatua se hallan en la ciudad maya de Mayapan en Yucatán. Estos datan del periodo Posclásico Tardío.
Más común en el arte azteca , la diosa frecuentemente se representa como una figura con los brazos abiertos que representa el corvejón o la sentadilla adoptada al dar a luz. Su boca acostumbra a estar abierta con colmillos o dientes de hojas de pedernal, y puede tener la piel de un cocodrilo que representa la superficie de la tierra.
La representación más conocida de Tlaltecuhtli se encuentra en la colosal loseta de piedra que se encuentra cerca de la base del Templo Mayor de la capital azteca, Tenochtitlan (ahora en el centro de la Urbe de México).
La piedra de andesita rosa se rompió en cuatro pedazos por el peso de un edificio colonial una vez encima. En conjunto, mide 4 x 3 por 5 metros y pesa en torno a 12 toneladas.
Tallada en alto relieve en la piedra está la familiar figura en cuclillas de Tlaltecuhtli con un vestido de calavera y huesos y con un río de sangre fluyendo por su boca abierta. La piedra pudo haber sido utilizada para marcar un entierro real , quizás el de Ahuitzotl.
Tlaltecuhtli en la mitología mexica
Un pedazo del cuerpo de Tlaltecuhtli se transformó en tierra, montañas y ríos; su cabello se transformó en árboles y flores; sus ojos las cuevas y los pozos. La otra pieza se transformó en la cúpula del cielo, si bien en este tiempo primitivo aún no se habían incrustado en ella ni el sol ni las estrellas.
Quetzalcóatl y Tezcatlipoca le dieron a Tlatecuhtli el don de proporcionar a los humanos lo que precisan de su cuerpo: mas fue un regalo que no la hizo feliz. Así, en la mitología mexica, Tlaltecuhtli representa la superficie de la tierra, pero se afirmaba que estaba enojada, y fue la primera de los dioses en exigir los corazones y la sangre de los humanos por su sacrificio involuntario.
Algunas versiones del mito dicen que Tlaltecuhtli no dejaba de llorar y dar frutos (plantas y otras cosas que medraban) salvo que se humedeciera con la sangre de los hombres.
También se creía que Tlaltecuhtli devoraba el sol cada noche solo para devolverlo cada mañana. Sin embargo, el temor de que este ciclo pudiera interrumpirse por alguna razón, como a lo largo de los eclipses, generó inestabilidad entre la población azteca y, frecuentemente, fue la causa de más sacrificios humanos rituales.
La leyenda de este dios brotó por vez primera alrededor del siglo XI d.C. y de forma rápida se extendió a otras civilizaciones, rindiéndose culto también al imperio maya.
Siempre la describieron con la boca bien abierta, un símbolo de de qué manera ella contribuye a nuestras vidas, por lo que a su vez debemos contribuir a la de ella. Como era habitual en el ritual azteca, la única forma adecuada de contribuir era ofrecer un sacrificio de sangre.